El hombre que me ama tiene la mirada tranquila, las manos enormes, los hombros caídos, los brazos contenedores, la columna gastada, los oídos débiles, la garganta fuerte, la mente clara, la paciencia de un monje y la palabra justa. El hombre que me ama, lo hace de una manera inexplicable, sin medida, lo hace sin importar mis gritos, mis caras largas, mis enojos, mis frustraciones. Este hombre, el que Dios puso en mi camino para aprender tantas cosas, tiene nombre y apellido. El hombre que me ama, de esta manera, incondicional, se llama Alfredo Abrazian, y ni en mis más locos sueños imaginé sentir mi corazón tan dichoso. Él , es el hombre que dice: ya se te va a pasar Moni, relajá, y con ese vozarrón , dice al oído, tranquila mi loquita, tranquila. Y pareciera que se vino un huracán, que me sopló al oído, pero después llega la calma, el agu...
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